- Alberto Bustos, «El concejal ubicuo». Artículo publicado el 11 de febrero en El Norte de Castilla
Alberto Bustos ha estado siempre al otro lado. Incrustado en el movimiento vecinal, en las asociaciones juveniles, estudiantiles… Y ahora, de repente, se encuentra con que él ya no es parte del ‘nosotros’, sino de ‘los otros’, lo que le resulta tan chocante que no acaba de acostumbrarse. «Cuando estoy con asociaciones y empleo la palabra ‘nosotros’ me refiero a nosotros como asociación, porque es como me siento. Todavía me cuesta identificarme o sentirme como la otra parte, aunque a los demás les cuesta menos identificarte así», se ríe.
El otro gran cambio que todos los concejales delegados de área han notado es el modo exponencial en que han aumentado sus agendas de actos públicos. Aunque en eso Alberto Bustos ya tenía cierta experiencia, en su caso el grueso de la agenda se ha trasladado a unos fines de semana imposibles, en los que roza el don de la ubicuidad. «Mi vida ha sido siempre un poco así. En la oposición nos pasábamos el día de la Ceca a la Meca, pero he estado implicado desde los 18 años en movimientos sociales, estudiantiles, juveniles, en los que la rutina habitual era esa, estar muy liado, implicado en cosas del instituto, por ejemplo. Es verdad que mi vida ahora está quizá más liada, aunque siempre he estado liado».
El correcalles de los fines de semana viene dado, también, porque se ha fijado como objetivo pisar los campos de deporte base lo más posible. El fin de semana anterior a la entrevista había estado «en cinco o seis cosas, desde temas de robótica a un acto en el campo del Betis o una actividad de Vallanoche» que le tuvo enganchado hasta las doce de la noche. «En cada una de ellas, ya que vas, hablas con la gente, te cuentan lo que necesitan… Tiempo lleva mucho, pero no se puede ni debe hacer de otra manera. Así la gente coge confianza contigo y tiene cercanía», considera.
Natural de la Rondilla, Alberto Bustos se encuentra ahora con que hay quien aprovecha tener cerca un concejal para pedirle esto o aquello. «Si voy a la compra en la carnicería del barrio, siempre hay alguno que te dice mira a ver qué pasa con esto, pero no pasa nada. Siempre llevo mi libretita en el bolso, siempre, y si alguien te dice cualquier cosa, la apuntas. Porque en el barrio la gente te conoce y te preguntan ‘tú eres el hijo de la María Jesús, ¿no?’, pues mira a ver si esto o lo otro’. Y tratas de mirarlo o, si hablas con algún compañero, preguntar…».
Aunque a veces la realidad del puesto de concejal es más inflexible de lo que un ciudadano, desde fuera, puede imaginarse. «La parte que me resulta más dura es cuando alguien te para y te dice ‘no tengo trabajo, ¿me puedes buscar uno?’. Y cuesta mucho hacer ver que, aunque desde fuera parezca que tenemos una capacidad de decisión enorme, no es así. Y es muy duro. Me ha pasado el otro día en mi barrio. Yo lo he vivido. Me he tirado en paro bastante tiempo y son situaciones complicadas y buscas donde sea para intentar encontrar un trabajo», explica.
Esta cercanía se da también en las redes sociales y más aún con un equipo de Gobierno en el que todos, a excepción de Ana Redondo, manejan cuentas de Twitter, por ejemplo. « En Twitter o Facebook estoy más presente. Y es cierto que eso hace que cualquiera puede pensar que te puede enviar un mensaje de Facebook y eso ya cuenta como si hubiera registrado una petición en el Ayuntamiento. O que alguien te ponga en un whatsapp ‘mira a ver si me haces eso’. ¿Y qué es eso? ¿Y quién eres? Es complicado. Esa cercanía hace olvidar que hay cosas que llevan unos procedimientos, a veces farragosos, y que no te voy a dar, por muy majo que sea como concejal, una subvención por whatsapp».
Entre las paradojas del cargo de edil delegado de área está el hecho de que las decisiones en las que se participa acaban por afectar también a los más cercanos. Y en este caso, ser padre de hijos adolescentes no facilita la tarea, según parece. «Lo malo que tienen los adolescentes es que no cuentan nada y además lo que venga de sus padres lo rechazan. Así que mis hijos, con las actividades que hacemos desde el Ayuntamiento, se resisten. Solo ha habido una vez que uno intentó engancharse a una de las actividades pero fue muy cuco, quería ir a las Moreras, le dije que era muy pequeño todavía y me contestó que me había oído decir por la radio que había muchas actividades y que le tenía que dejar ir». Bien jugado, sí. Aunque la respuesta, en este caso, fue más de padre que de concejal: «Le dije vale, pero conmigo».