- Artículo publicado en Delicias al Día el mes de septiembre de 2018
Comienza el curso. Miles de escolares en nuestra ciudad comenzaron las clases el pasado día 10. También la Universidad de Valladolid ha abierto sus puertas al inicio de un nuevo curso cargado de polémicas y escándalos.
Desde que saliera a la luz el escándalo del máster de Cristina Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid se ha puesto en entredicho el sistema de obtención de títulos en las universidades españolas. Este hecho se ha visto agravado con las noticias difundidas el pasado miércoles sobre la «venta» de títulos de abogados, al menos 500, en la misma universidad. De hecho, en el mismo departamento universitario.
A los docentes de la universidad pública nos avergüenza y entristecen estos hechos ya que es fácil que la gente piense que «todos son iguales» y nada más lejos de la realidad.
Y tengo que decirlo alto y claro: por supuesto que NO TODOS NO SOMOS IGUALES. La universidad está aquejada de muchos males, quizás el más perentorio la falta de financiación, el envejecimiento de las plantillas fundamentalmente debido la tasa de reposición prácticamente nula que nos aplican desde hace 10 años por lo que asumimos cada año una mayor carga docente que en la mayoría de los casos debemos combinar con un trabajo de investigación. Y no hablemos de la precariedad laboral de nuestros jóvenes investigadores, muchos de los cuales terminan emigrando a otros países donde sí hay dinero para ciencia y tecnología.
Los problemas que salpican las primeras páginas de los periódicos desde hace meses no son algo general de la universidad sino de algunas universidades, especialmente de alguna comunidad autónoma. Comunidad, que por otro lado se ha visto envuelta en todo tipo de casos de corrupción y de tramas mafiosas, unas 65 en este momento con un coste próximo a los 47,000 millones de euros según datos de 2016 (para comparar el presupuesto en educación ese mismo año para el conjunto del estado fue de 2252 millones de euros, ¡¡¡20 veces menor!!!)
No acepto que se meta en el mismo saco a toda la universidad ni a todos los docentes. No todos somos iguales. Probablemente la mayoría no tengan idea de cómo es la vida diaria de un estudiante de máster. Como profesora de uno en la Universidad de Valladolid veo cómo nuestros alumnos acuden todas las tardes a cuatro horas de clase OBLIGATORIA tras toda una mañana de prácticas de laboratorio, algunos días con apenas una hora para comer. Deben estudiar para pasar sus exámenes, tienen que leer, preparar y entregar trabajos y finalmente sus trabajos de fin de máster son evaluados de forma pública por varios profesores y se introducen en el repositorio de la Universidad. De igual forma los doctorandos de nuestro programa de doctorado tiene que realizar una serie de tareas como asistencia a seminarios, clases teóricas en algunos casos, asistencia a Congresos y estancias en centros de investigación extranjeros para que puedan ser evaluados positivamente. Estoy describiendo un caso particular que conozco bien, pero me consta que la gran mayoría de másteres tiene unas condiciones así de duras. Como ven bastante incompatible con ser a la vez presidenta de una comunidad autónoma.
Por tanto, vuelvo a decir que no todos somos iguales. La gran mayoría de los docentes adoramos nuestro trabajo que ejercemos en muchos casos en condiciones muy precarias. La mayor parte de nuestros jóvenes doctorados, magníficamente formados, con una importante inversión de dinero público, deben emigrar a otros países, donde sí son valorados precisamente por su estupenda formación, dada la dificultad para realizar investigación en nuestro país o ingresar en la carrera docente. Por tanto, muy lejos nuestra realidad diaria de lo que parece que ocurre en ciertas universidades.
La universidad y la enseñanza pública en general garantizan el derecho constitucional a la educación. Como en todas partes, en la universidad hay garbanzos negros, personas sin escrúpulos cuya única finalidad es ganar dinero y poder a costa de lo que sea. Pero para ello también deben darse ciertas condiciones de corrupción generalizada que favorezcan y permitan esos abusos. Afortunadamente, en la universidad son una minoría. Muy visible cuando se destapa, pero minoría al fin y al cabo.
Rosalba Fonteriz
Concejala Valladolid Toma la Palabra