- Artículo publicado en El Norte de Castilla sobre la gestión lumínica desde la Concejalía de Urbanismo de Manuel Saravia
La concejalía de Urbanismo trabaja, en colaboración con el Grupo Universitario de Astronomía, en un proyecto para «controlar y reducir» la contaminación lumínica en la ciudad: es decir, la emisión de luz «en intensidad, direcciones, horarios o rangos espectrales innecesarios para la realización de las actividades previstas en la zona en la que se han instalado luminarias», explican desde el colectivo universitario, formado por estudiantes y profesores que se encargan del estudio y divulgación de la Astronomía. Esta agrupación ha elaborado, con la coordinación de Daniel Revilla, un informe en el que se presentan ejemplos del alumbrado en la ciudad. Tanto de aquellas partes en las que se han hecho cosas bien (las nuevas mejoras en el paseo del Cauce) como de aquellas en las que habría que mejorar, como el paseo de Zorrilla.
La concejalía de Urbanismo ha asumido las conclusiones de este estudio y ha anunciado que trabajará con el Grupo Universitario de Astronomía para rebajar los niveles de contaminación lumínica que se sufren en la ciudad. Para ello, la primera medida que estudian es la colocación de fotómetros automáticos en distintos puntos para medir la luz que emite el alumbrado y determinar si es eficaz o si, por el contrario, en determinados puntos hay un exceso o carencia de luz.
La segunda línea de trabajo irá encaminada a la concienciación ciudadana, a través de charlas y observaciones públicas del cielo nocturno para alertar de los riesgos de una contaminación definida como «enemigo invisible». Tiene influencia astronómica (aumenta el brillo de fondo del cielo nocturno y hace más difícil observar las estrellas), ecológica (afecta, por ejemplo, a aves migratorias y provoca aumento de insectos en las ciudades) y de salud (se rompe el ciclo circadiano, con alteraciones de sueño, metabólicas e influencias cardiovasculares).
Y todo, con la idea clara de que es contaminación «evitable». El objetivo es lograr una mejora del alumbrado público, con criterios ecológicos (gasto energético) y también económicos (en la búsqueda de la factura más barata posible).
Esta línea de trabajo comenzó en 2009, cuando el Ayuntamiento invirtió 1,5 millones por cambiar 1.204 luminarias de vapor de mercurio por puntos LED en el centro. En la actualidad, de los 48.000 que hay en la capital, cerca de 14.000 (tres de cada diez) son LED. Este año se han sustituido cerca de tres mil. Con estas medidas, explica Saravia, «se están consiguiendo ahorros importantes». «La factura de la luz de hace cinco años rondaba los 4,3 millones de euros. En la actualidad, se sitúa en 2,7 millones».
Pero hay que cuidar también el uso de las LED, porque una mala elección puede traer «más problemas que beneficios», pues en algunos casos se usan de forma inadecuada. Un ejemplo es el de la plaza Andrés de Laorden, donde se ha apostado por unas LED con luces frías (azuladas), con una potencia muy superior a la necesaria. Las luces frías se dispersan tres veces más que las de color ámbar, que son más baratas, tienen menor impacto para el medio ambiente y afectan menos a la visión humana. Otra ventaja de las LED es que permiten un mayor control: al ser regulables, se pueden fijar diferentes intensidades a lo largo de la noche. Además, durante este mandato, el Ayuntamiento ha adaptado el horario de encendido y apagado (controlado por un reloj astronómico) para aumentar en veinte minutos el margen de tiempo (a la hora de salida y ocaso del sol) para ofrecer mejor iluminación incluso en días nublados que generan más oscuridad.
Otro aspecto a tener en cuenta es que en algunos barrios, las copas de los árboles matizan la iluminación por la mala ubicación de las farolas. Esta situación es muy destacable en Villa de Prado o el paseo del Obregón, también en la calle Miguel Ángel Blanco y en Prado de la Magdalena. «La corrección de estos problemas es muy costosa, pero se hará de forma progresiva», apunta Saravia.
Hay que manejar también modelos eficaces de farolas, que dirijan la luz hacia el suelo (lo que se quiere alumbrar) y no hacia el cielo, con pérdidas de eficacia y mayor contaminación lumínica. Un ejemplo de farolas ineficientes desde este punto de vista es el de tres focos arracimados del Paseo de Zorrilla, o las del paseo del Príncipe en el Campo Grande.