- Artículo publicado en Delicias al Día el mes de julio de 2019
Más de un 25% de la población de Valladolid se enmarca dentro de lo que denominamos personas mayores. Personas mayores que llevan toda una vida trabajando para sacar adelante a sus familias, en medio de una realidad, en ocasiones, muy difícil. Personas que se han ganado el derecho a tener cierta tranquilidad pero que hoy viven, en muchos casos, en la incertidumbre.
Son miles y miles los pensionistas y jubilados que han salido a las calles y a las plazas. Han vuelto a salir a las calles. Vuelven a luchar por sus derechos. Lo hicieron para traer la democracia (que no vino sola), lo hicieron para conseguir mejoras en las condiciones laborales (que no les regaló nadie) o lo hicieron por los derechos sociales (que no cayeron del cielo). Los derechos siempre han sido conquistados. Y emociona estar con ellos en las calles. Y uno ve que, otra vez, se muestran con una enorme generosidad. La misma generosidad que les hace sostener hasta tres generaciones de una misma familia con una única pensión. Esa generosidad que está sosteniendo este país incluso en los peores momentos ya que, sin duda, tiene sus cimientos más sólidos en la gente.
Esa generosidad que les hace luchar no solo por su pensión actual sino por el futuro de todo el Sistema Público de Pensiones. Sistema que está sufriendo un verdadero atentado. El mismo atentado que con mayor o menor intensidad viene sufriendo de manera periódica, la sanidad pública, la educación pública o los servicios derivados de la Ley de la Dependencia. Derechos que por culpa de las políticas liberales o neoliberales están siendo subastados al mejor postor.
Sí. Derechos básicos recogidos en la Constitución que se han convertido en fuentes de negocio. Negocian con nuestras vidas. Nuestros mayores luchan y se enfrentan a ello. Se enfrentan, con enorme determinación, en los últimos meses al Reglamento del Producto Paneuropeo de Pensiones Individuales. Lo hacen porque es un verdadero atentado al sistema público de pensiones y porque refuerza e impulsa los sistemas privados, de tal forma que se muestra una clara y vergonzosa renuncia del objetivo de tener unas pensiones públicas dignas y suficientes. Este producto Paneuropeo se basa en ofrecer desgravaciones fiscales a sus usuarios, previsiblemente a los que más recursos tienen. Por lo tanto, los que más acaudalados se asegurarán una mejor pensión, dejando de contribuir en buena medida a los fondos públicos. Mientras, la mayoría de los trabajadores no podrá consumir ese producto, cotizará sin tener desgravaciones y, sin embargo, verá reducida su pensión.
¿Observan lo perverso del sistema? Todo indica que seguirá empeorando lo que hoy ya va siendo una realidad: la pobreza tiene rostro de persona mayor. Pobreza, desigualdad y desprotección.
Los planes privados de pensiones, a partir de este nuevo Plan, esperan recaudar en poco tiempo 700.000 millones. El dinero será invertido, en muchos casos, en productos de riesgo generadores de burbujas económicas. Este riesgo será asumido por pequeños inversores, por supuesto, ya que los grandes inversores siempre ganan. Para los grandes inversores siempre hay un rescate; como los que ha habido durante los peores años de la crisis de este país. Años en los que mientras la gente pasa necesidades y sufre la pobreza energética, el desempleo o los desahucios, se ha rescatado, precisamente a quien ha provocado buena parte de ese sufrimiento. Es la gran vergüenza de este país. Un país en el que, una vez más, nuestros mayores vuelven a la salir a las calle, defendiendo su presente y nuestro futuro; su dignidad y la de todos y todas. Nosotros tenemos muy claro de qué lado estamos.