- Artículo publicado el mes de octubre de 2017 en Delicias al Día
Hace varios días, dirigiéndome en coche hacia una población de Tierra de Campos, veía con tristeza el estado del paisaje. Ni una brizna de hierba. Los campos polvorientos, vacíos. Algunos agricultores siembran cereal, levantando enormes nubes de polvo, “por si llueve en los próximos días”. Nunca había visto el campo así en octubre. Unas pocas horas más tarde veíamos horrorizados las imágenes del fuego devorando bosques en Galicia, Asturias y el norte de Portugal, dejando decenas de muertos y heridos.
Pero no es un fenómeno local. Otros países del sur de Europa, la Columbia Británica en Canadá y, hace unos días, el sur de California han sido pasto de terribles incendios.
Estamos ante un fenómeno general: los fuegos son cada vez más frecuentes, queman mayores extensiones y duran más. La causa es el aumento global de la temperatura, que favorece los incendios por la sequedad de la vegetación y del terreno. Además, los grandes incendios liberan enormes cantidades de carbono a la atmósfera, lo que contribuye al incremento del efecto invernadero.
Este ha sido un mes de octubre caluroso y seco, con unas temperaturas medias 10ºC por encima de lo habitual. Pero en los últimos meses esa tendencia ha sido generalizada: las temperaturas de julio fueron las más altas desde que se registran. El cambio climático ha llegado para quedarse.
En el caso de España, la situación se ha visto agravada por otros factores: bosques que han perdido la biodiversidad y en los que una o dos especies arbóreas se desarrollan en muchos casos sin una limpieza adecuada y en los que se acumula la maleza, que en estas circunstancias climatológicas son como cerillas esperando a ser encendidas; añadamos la despoblación y la falta de recursos contra el fuego.
¿Y qué podemos hacer? ¿Hay alguna forma de revertir esta situación? Evidentemente, las medidas para corregir el cambio climático han de ser globales, pues se trata de un fenómeno generalizado. Sin embargo, a nivel local y particular podemos por un lado instaurar políticas y por otro cambiar conductas y costumbres que eviten un mayor incremento de las temperaturas.
Evitemos que se pierda la biodiversidad de nuestros bosques. Los bosques bien gestionados y limpios son una fuente de riqueza y de empleo y en ellos resulta más difícil que se produzcan estos incendios incontrolados. Tradicionalmente, la gestión de los bosques era sostenible. Desarrollemos además programas de reforestación con especies autóctonas.
Consumamos productos de cercanía, lo que ahorrará miles de toneladas de emisiones de CO2 en su transporte, mejorará la economía local y favorecerá que nuevos pequeños productores se asienten en los pueblos cercanos, con lo que evitaremos el grave problema de la despoblación.
Seamos cuidadosos con la utilización del agua. El agua dulce es un bien escaso. Estos últimos meses hemos contemplado cómo nuestros embalses se han ido vaciando poco a poco. Las restricciones de riego han dejado nuestros jardines y parques marchitos. Una correcta utilización y el aprovechamiento del agua de lluvia y aguas grises pueden hacernos ahorrar miles de litros de agua.
Disminuyamos la utilización de combustibles fósiles. Desplacémonos de forma sostenible siempre que podamos. Utilicemos fuentes renovables de energía para la calefacción y el agua sanitaria. Quizás no esté al alcance de todos, pero cuando tengamos que cambiar la caldera estudiemos qué posibilidades tenemos para no utilizar combustibles fósiles y siempre intentemos buscar el máximo rendimiento.
Todos somos responsables del cambio climático y todos podemos hacer pequeños gestos que nos impidan llegar a una situación irreversible. No hay planeta B y nos queda poco tiempo para intentar evitar el desastre.
Rosalba Fonteriz
Concejala Valladolid Toma la Palabra