- Moción presentada por Valladolid Toma la Palabra en el Pleno Ordinario del mes de octubre de 2017
La mayoría de las organizaciones, instituciones, empresas, entidades de todo tipo y también algunas personas (raras), gustan de asociar su nombre a una imagen breve que las represente. Lo cual suele ser útil. Ves ese logo (pues efectivamente hablamos de logotipos) e inmediatamente identificas a su propietario o representado.
Las ciudades no escapan a esta manía. No tendría por qué ser necesario. Pero no hay población, por pequeña que sea, que no tenga su figura, su símbolo gráfico. Normalmente (o así lo creemos) bajo la forma de escudo (un elemento de defensa) que contiene los emblemas y lemas que la representan simbólicamente. Pues en efecto, estas representaciones se pretenden simbólicas. Es decir, que quieren evocar la historia y los valores de quienes las portan.
El escudo de Valladolid es muy curioso. La pieza central son unos jirones al viento (aunque la mayoría hemos creído siempre que eran llamas). Alrededor, un cerco de ocho castillitos. Y sobre el blasón, la corona. Ya está: al escudo antiguo le bastaba con eso, y representó muy bien a la ciudad en sus momentos más célebres. De hecho preside la Plaza Mayor. Y puede verse coronando la sede municipal, en su fachada principal, justo encima del rótulo que dice: “Casa Consistorial”.
Algunos, sin embargo, quisieron modificarlo y hacer que representase además un hecho doloroso, injusto y sangriento. Y el 17 de julio de 1939, en conmemoración del tercer aniversario del golpe de estado de 1936, el General Franco otorgó a la ciudad de Valladolid la Cruz Laureada de la Real Orden de San Fernando, que enseguida se incorporó a su escudo. En el decreto de otorgamiento se justificaba “como recuerdo a las gestas heroicas de Valladolid en el Movimiento Nacional y homenaje a quien desplegó decisiva aportación a él en los primeros momentos de la guerra de liberación de España”. La exposición de motivos es tremenda:
“La intervención de la ciudad de Valladolid en el Alzamiento Nacional ha tenido singularísimo relieve. Valladolid, a lo largo de ocho años, supo sembrar inquietudes revolucionarias, no sólo dentro de su demarcación, sino irradiando a España entera modos y actitudes de combate. Culminó tan ejemplar conducta en la jornada del dieciocho de julio, en que la Capital castellana dió resonancia guerrera al primer eco azul de las camisas falangistas y de los uniformes militares y de las fuerzas de orden público, aplastando la resistencia del notable foco marxista que venía preponderando en la ciudad. Rompe con su cerco urbano dominado, invade la provincia, frena a las avanzadillas de la invasión minera y, en ciega superación de españolismo, pártese en ayuda de los patriotas de Madrid; y, reforzadas sus huestes y su entusiasmo con la calurosa aportación de otra provincia hermana —Segovia—, logra con sin igual arrojo la conquista del Alto del León, valladar en que se estrellan, una y otra vez, las más duras acometidas de las hordas republicanas. Ciudad que con tan heroico proceder ha sabido cumplir con los deberes de una hora histórica, excediendo los límites de una lealtad y de un valor que, no por ser moneda corriente en nuestra Cruzada son menos meritorios, bien se ha hecho acreedora al galardón supremo que la Patria otorga a las actuaciones colectivas en que, con orgullo de madre, ve reverdecer laureles pretéritos”.
La Cruz Laureada que envuelve al escudo histórico de la ciudad es, por tanto y clarísimamente, un símbolo de la sublevación franquista y una celebración de la guerra. No es un símbolo, desde luego, representativo de otros valores que los que se citan en el decreto de otorgamiento. Y ya solo eso aconsejaría su eliminación.
Pero es que, además, a consecuencia de la demanda interpuesta por la Plataforma por la Retirada de Nombres y Símbolos Franquistas de Valladolid, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León emitió el 20 de enero de 2014 una sentencia que obligó al Ayuntamiento de Valladolid a elaborar un censo de tales símbolos y proceder a su retirada, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica (de 2007). El Ayuntamiento de Valladolid encargó tal censo al catedrático de Historia Contemporánea Jesús María Palomares; quien en su dictamen incluyó, lógicamente, la Cruz Laureada del escudo.
La Diputación Provincial de Valladolid, que lleva en el centro de su escudo el de la capital, así lo ha entendido. En abril de este mismo año 2017, aprobó en pleno, con el voto favorable de todos los grupos a excepción del Partido Popular, una moción de Toma la Palabra en la que se obliga a la retirada de la Cruz Laureada de San Fernando del escudo provincial. Y el Ayuntamiento debería hacer lo propio. En cumplimiento de la legalidad, desde luego. Pero también para fomentar, con esa limpieza, la cohesión y solidaridad entre las distintas generaciones en torno a los valores, libertades constitucionales y principios democráticos.
Por todo ello, la concejala que suscribe, en nombre del Grupo Municipal Valladolid Toma la Palabra, propone el debate de la presente moción para que sean adoptados los siguientes
ACUERDOS
El Ayuntamiento de Valladolid retirará la Cruz Laureada de la Real Orden de San Fernando del escudo y bandera de la ciudad, recuperando con ello el escudo histórico en la representación de la ciudad.
El Ayuntamiento completará la labor de eliminación de simbología, honores, distinciones, medallas, escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, la Guerra Civil y la represión de la dictadura franquista.
En Valladolid, a 29 de septiembre de 2017