Saravia: «El entorno de San Pablo está infrautilizado, puede dar un impulso cultural y turístico»

  • Reportaje publicado en El Norte de Castilla el 27 de mayo de 2018

La iglesia de la Vera Cruz, ese retablo a la vista desde el otro lado de la calle Platerías, «no tiene verdaderamente nada de notable». Es más. «Ni por su magnitud, ni bajo el punto de vista artístico, monumental o histórico». Así lo atestiguaba un documento de 1896, recogido por Eduardo Carazo, que pretendía suprimirla del paisaje para dar continuidad a la calle, ensanchándola y prolongándola hasta San Pablo. Suena a barbaridad.

Es, sin embargo, un ejemplo -en este caso abortado- de cómo el patrimonio vallisoletano se perdió por el camino de la Historia. El palacio de los Marqueses de Távara, del siglo XV, se dejó arruinar. La casa de los López de Mendoza, en la esquina que hace frente con el Palacio de Pimentel, del siglo XV, se destruyó en 1955. La de los Pérez Minayo, del siglo XVI, casi anexa, la siguió poco después, en 1971. Y así con otras muchas casas y palacetes que formaron parte de la época más esplendorosa de la ciudad y que sucumbieron a una mal entendida modernidad.

El nuevo Plan General de Ordenación Urbana quiere volver a dibujar aquel casco histórico que hoy palidece ante otros tan coherentes y sugerentes como los de Salamanca, Zamora, Segovia, Ávila… Busca trazar un eje a lo largo de un kilómetro que, gracias a diferentes actuaciones urbanísticas, desde permutas de terreno hasta compras de edificios, pasando por urbanizaciones, permita mostrar de forma global lo que en tiempos fue un orgullo para la ciudad.

Parte de una época concreta, los siglos XVI y XVII, para seguir el mismo trazado de las edificaciones reales, que llegaron a conectarse mediante pasadizos entre el Palacio Real, el de los condes de Benavente -hoy la Biblioteca de Castilla y León- y el Palacio de la Ribera, cuyas ruinas persisten al otro lado del río.

«Las actuaciones del siglo XVI y primer XVII son claves y no están suficientemente aprovechadas», explica Manuel Saravia, concejal de Urbanismo. Esta zona estratégica, articulada a partir de la plaza de San Pablo, «es un espacio infrautilizado», especialmente hacia el río, donde sin embargo se concentra un buen número de atractivos monumentales. Palacio Real, Fabio Nelli, Convento de Santa Catalina, Viejo Coso, Palacio del Licenciado Butrón, Palacio de los Condes de Benavente, carecen de un eje que los vertebre y que Urbanismo quiere estirar para llegar a las Aceñas -cuya rehabilitación ya está presupuestada- y el Palacio de la Ribera, en la otra orilla del Pisuerga.

«Se trata de una operación urbanística consistente en actuar en un eje urbano central con dos objetivos básicos. Uno económico, de fomento del turismo. Otro social, de desarrollo de un espacio cultural», explica Saravia.

El eje, en realidad, está bien delineado. Comienza en la iglesia de San Benito El Viejo, al comienzo de Cadenas de San Gregorio. Se eliminaría la nave que se construyó de forma provisional en 2003 y se ‘abriría’ el camino hacia la Rondilla de Santa Teresa. Incluso se sopesa plasmar un sol en el suelo frente a la Casa del Sol (que tiene ese astro labrado en piedra en lo alto de su fachada principal por decisión del conde de Gondomar). En el Museo de Escultura, siguiente paso en la ruta, habría que culminar la expansión que comenzó en su día «eliminando la nave ocupada por el Servicio de Limpieza del Ayuntamiento».

En torno al mismo eje se pueden incluir la Casa de Zorrilla -posterior en el tiempo- o el Palacio de Pimentel, cuya construcción se inició en el siglo XV.

San Pablo, espacio clave
La plaza de San Pablo es uno de los espacios clave en el diseño de este casco histórico renovado. La idea de Urbanismo es suprimir el tráfico rodado ante el Palacio Real y realzar la zona arbolada en la que se ubica la estatua de Felipe II, mediante una lámina de agua. Se nivelaría la plaza en una única plataforma tras eliminar la calzada. A esta actuación se uniría la de la creación del campus de la Justicia en el colegio El Salvador, en este caso relacionada con la adecuación del entorno, y no con un elemento histórico.

El punto más delicado es el concerniente al Palacio Real, en el que se pretende conseguir la apertura, al menos, del Patio de Saboya. Esto, unido a la peatonalización de la plaza de las Brígidas -donde se encuentra el Palacio del Licenciado Butrón, hoy Archivo General- y a la creación de un nuevo edificio cultural que sustituya a las naves de la parte trasera del Palacio Real, transformaría por completo esa zona.

La calle San Quirce, que conduce la ruta del casco histórico hasta el río, se adecuaría con elementos que permitan, primero, reducir la velocidad del tráfico, y después, darle coherencia al eje. Esto se lograría con el añadido de otros puntos de interés aledaños como la plaza del Viejo Coso -del siglo XIX-, el Palacio de Fabio Nelli y, especialmente, el Convento de Santa Catalina, cuya compra se negocia. Abrir los muros del convento en Santo Domingo de Guzmán y San Quirce permitiría el acceso a una enorme zona verde, actualmente ocupada por huertos, por encima de los cinco mil metros cuadrados.

Recuperar las aceñas y reparar el sendero que atraviesa las ruinas del Palacio de la Ribera sería el colofón a una ruta que pretende devolver la homogeneidad al casco histórico perdido a través de los años. «Es por tanto la ‘Bajada del Sol’ al río, recorriendo los espacios más representativos de los siglos XVI y XVII, una de las épocas de mayor esplendor de la ciudad», recuerda Manuel Saravia. Para que la nostalgia de lo que ya no está se convierta, al menos, en el recuerdo de lo que fue la grandeza de la ciudad.

DETALLES

1 kilómetro de longitud tiene el itinerario histórico propuesto, desde San Benito el Viejo, al inicio de Cadenas de San Gregorio, hasta el Palacio de la Ribera

10 años es el plazo que considera Urbanismo que podría suponer culminar todas las actuaciones previstas. Algunas, como la reparación de las Aceñas, ya están en marcha.

12 hectáreas de superficie comprende la operación global, ya que incluye urbanizaciones en calles aledañas e integración de monumentos históricos cercanos al eje.