En Valladolid hay gente mayor que, seguramente, ha pasado momentos de escasez. También hay gente de mediana edad que ha trabajado duro toda su vida y que confiaba en un futuro amable. Y quizá esté viendo, con un puntito de desolación, que sus ahorros no llegan para ayudar a un hijo en paro o tiene que contener el llanto cuando despide a una hija que ha de coger un avión para buscarse la vida que aquí no encuentra.
Hay gente joven en esta ciudad que no ha conocido otras políticas ni otras formas de gobernar que no sean las de la burbuja, las del despilfarro, las del pinchazo y las de los recortes. Así, en ese orden. Y que luego ha tenido que oír que emigrar es una oportunidad y que si no tienes trabajo es porque no tienes el espíritu emprendedor que hace falta en momentos de crisis.
Por eso, este domingo nos jugamos algo más que unas elecciones. Porque mayores, adultos y jóvenes merecemos ser felices en una ciudad justa, digna y amable. Y reclamamos respeto, derechos y buenas formas de gobernar, trabajo acorde a nuestras capacidades y tributos a la medida de nuestras necesidades. Exigimos un hogar, no solo una vivienda, sino una casa común donde encontrarnos y aportar lo que sabemos para retejer la democracia y la convivencia. Este domingo están en juego nuestro futuro y dignidad. Mañana ya no hay retorno posible.