Ayer, mucha gente se quedó a las puertas del Centro Cívico Delicias, como esos fans despistados que se han enterado tarde de que su grupo preferido toca en la ciudad. Y es que, ayer jugábamos a grandes.
Teníamos un programa doble que abrió Valladolid Toma la Palabra. Manuel Saravia, nuestro candidato a la Alcaldía, presentó la gestación y el camino de este proyecto para dar la mano, como en el mus, a sus compañeros e ir desgranando juntos la visión de ciudad a la que aspiramos.
Alberto Bustos nos recordó lo urgente: en un momento de crisis como el actual hemos de garantizar las condiciones de vida de las personas más vulnerables, desde la infancia hasta nuestros mayores. Pero no con la visión asistencialista de quien brinda un regalo, sino con la capacidad transformadora para que cada persona sea protagonista de ese cambio. Defendemos todos los derechos para todas las personas, desde una vivienda digna al derecho a una ciudad justa y amable, donde moverse libremente y participar. Y para ello es imprescindible que nuestro Ayuntamiento sea de cristal, que todo el mundo conozca cómo se gestiona lo común, desde el primer contrato hasta la última factura. Y junto a esa transparencia, una gestión pública de los servicios municipales que sea sinónimo de calidad y cercanía.
Rosalba Fonteriz nos llevó de paseo por esos bienes tangibles e intangibles que marcan carácter e identidad. Reivindicamos una recuperación de los espacios de especial valor ecológico dentro y en los bordes de nuestra ciudad. Espacios conectados como corredores verdes por los que deambular, perderse, inspirarse y sentirse en casa. Y buscamos un buen maridaje entre ese patrimonio natural y el patrimonio histórico y cultural de nuestra ciudad: una ciudad con museos abiertos, con programación estable a lo largo del año, con actividades promovidas y apoyadas desde el Ayuntamiento y con iniciativas ciudadanas que llenen de creatividad las calles y plazas de cada rincón cualquier día del año.
María Sánchez nos trasladó a un futuro inmediato para recordarnos que hay que transformar la realidad. Tenemos que generar un tejido económico acorde a los tiempos que vivimos, debemos encontrar las fórmulas para que trabajar y vivir no sean términos incompatibles. Por eso apostamos por una constelación verde de empleos, sectores económicos cuyas actividades no pongan en riesgo nuestro propio soporte vital: rehabilitación que no devore territorio, gestión de residuos que no inunde de basura nuestro planeta… Y desde una acción responsable que implica respetar proyectos en marcha que estén ya funcionado e impulsando, desde el propio Ayuntamiento, una Cooperativa de Empleo Social como germen de innovadores y plurales proyectos.
Y desde lo local, dimos el salto a los pequeños municipios donde un desahucio o la pérdida de una prestación social son personas con las que te cruzas, ese espacio dónde no valen trucos de tahúres para engañar a nadie con cifras macroeconómicas de recuperación, es ese hilo que conecta a abuelas -como Carmen Alonso nos recordaba- a través de una pantalla de ordenador con sus familias emigradas a miles de kilómetros.
Javier Rodríguez Martín repasó los nombres de la vergüenza en nuestra comunidad, un rosario de proyectos megalómanos -desde Meseta Sky, la estación de esquí de San Glorio o la Ciudad del Medio Ambiente en Soria- que ha tenido que parar la máxima instancia judicial de nuestro país para recordar a cierta clase política que las leyes no estás para retorcerlas y hacerlas encajar en estrechos intereses.
José Sarrión se presenta a las Cortes de Castilla y León. Pero su aspiración no es solo conseguir votos, sabe que no servirían de nada si no somos capaces de transformar la sociedad, de estar presentes en ese músculo ciudadano que sea el verdadero motor de cambio de las instituciones.
Y en tiempos de colores tenues, de identidades lábiles, de sociedades líquidas, Alberto Garzón cerró este concierto reivindicando los valores de la izquierda: estudio, austeridad, cultura, ética. Y es que, no nos jugamos unas elecciones, está en juego la vida, quizá, de las próximas generaciones. Que no nos roben las palabras, porque la batalla no es solo política, es también cultural.