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“Un antes y un después”, artículo de Manuel Saravia

  • Artículo publicado el mes de julio de 2017 en Delicias al Día

Al presentar el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) hemos hablado del enfoque de derechos en que se basa. En que los derechos humanos han de ser la guía para desarrollar sus distintos planteamientos. El derecho a la vivienda, a la movilidad, a la seguridad, al trabajo, a la salud y el medio ambiente, a la cultura, etc., marcan las pautas con que definir el espacio urbano y los procesos urbanísticos. Con ello somos conscientes de nuestro lugar en el mundo (intentamos “pensar globalmente y actuar localmente”), relacionándolo con las recomendaciones de la Nueva Agenda Urbana que promueve Naciones Unidas.

En alguna otra ocasión hemos presentado el nuevo plan como un conjunto de proyectos (articulado en torno a un gran proyecto –el parque agroalimentario– junto a otras 13 propuestas innovadoras en otros tantos ámbitos). Pero también puede presentarse este PGOU respondiendo a una idea de ciudad, que pretende poner en valor el objetivo del equilibrio. Equilibrio entre las distintas áreas y zonas de la ciudad. Pero equilibrio también como actitud.

Un equilibrio que lamentablemente no vemos en la actuación de algunos grupos de la oposición. Especialmente de quien ha gobernado hasta hace poco tiempo en la ciudad. Más bien se ha visto su apoyo a los grandes promotores (en las “áreas homogéneas”, posponiendo a los promotores de menor tamaño), a las grandes empresas comerciales (en la ampliación de Vallsur, por delante de los intereses del pequeño y mediano comercio situado a pie de calle). No han apoyado tampoco el nuevo Plan de Vivienda, centrado en proporcionar alojamiento a quienes no pueden acceder al mercado. No han secundado la rehabilitación del 29 de octubre, pese a que el planteamiento que se hacía anteriormente dejaba fuera de la actuación a un porcentaje importantísimo de la población de la barriada. Todo, absolutamente todo, es objeto de su crítica. Y por supuesto, también la propuesta de integración ferroviaria.

Al parecer solo quieren proponer proyectos desmesurados. Centros comerciales sin medida, suelos urbanizables completamente fuera de cualquier lógica, demoliciones completas de barrios, planes de vivienda en los que ni siquiera se citaba la palabra desahucio -ése tema no importaba-. Y un proyecto de soterramiento que prefieren proponerlo sin fecha, “cuando se pueda”, para seguir ahora sin hacer nada. ¿Soluciones factibles, sensatas, medidas? No las quieren. ¿Sostenibles? Solo de palabra. Tal es el menú que nos proponen para un PGOU que con esos mimbres sería, en mi opinión, insensato. Que dicen ambicioso porque dan por supuesto que la ciudad va a crecer en 50.000 habitantes (esa era la cifra que se esperaba en 2003). Pero que en realidad no es ambicioso para la ciudad, sino que recoge y refleja las ambiciones particulares de algunos.

Pero el plan es lo que es. Y será más útil cuanto más claro tengamos para qué sirve. La ciudad está hecha, y ahora se modula. Para defender las propuestas que recogía el PGOU anterior (de 2003), esos grupos de la oposición hablan, cada poco, de un antes y un después. A nosotros, sin embargo, nos gustaría dejar las expectativas donde deben estar. Hacer proyectos sensatos, razonables, sostenibles. Trabajar con sosiego y promover una ciudad amable (aunque a veces sea difícil defenderla). Intentando tomar decisiones acertadas, pero fomentando la resiliencia, para que la ciudad sea capaz de absorber pronto los efectos de alguna posible crisis o fallo. Que las equivocaciones o problemas sean lo menos dramáticos posible.

Nosotros pensamos que no deben plantearse los proyectos de ciudad hablando de un antes y un después. Por el contrario, esperamos que el nuevo PGOU sea un trabajo bien hecho, y cumplir con nuestro deber como equipo de gobierno. Tendrá una nueva área agroalimentaria para diversificar la economía urbana. Tendrá áreas de crecimiento, pero con unas dimensiones razonables. Diseñará algunos ajustes en la movilidad y correcciones en los tejidos urbanos. Pero que nada de ellos va a llevar a plantear un antes y un después en la idea de ciudad.

Hay gobernantes que quieren dejar su impronta a base de hacer obras mayestáticas, desmesuradas, a su mayor gloria. Otros prefieren cumplir con su deber en una tarea de todos, en una construcción hecha por todos. Poco a poco. Nos gustaría pensar que en el nuevo PGOU se toman decisiones acertadas, sensatas. Como en su día se tomaron las decisiones de mantener peatonal el paseo central del Campo Grande (iba a ser de coches). O la peatonalización de Mantería, Santiago o Cadenas de San Gregorio. O los ensanches de aceras. La catalogación del plan de 1984. La rehabilitación de la Rondilla. Decisiones acertadas que también se tomaron para frenar operaciones insensatas. O aciertos de gestión, como la remunicipalización del el agua.

Pero donde sí nos gustaría que hubiese un antes y un después es en la vida concreta de las personas. En cosas sencillas. Un antes y un después para quienes viven en su barrio y van a seguir en él. Un antes y un después en que las calles sean más tranquilas. En que puedan sentarse; en algunos bancos bien dispuestos. Andar bien o ir en bici (el ciclocarril: otra decisión moderada que intenta sacar el mayor partido de los medios disponibles) En que puedan incidir directamente en las inversiones (mediante los presupuestos participativos). Es difícil. A veces parece que la sensatez no tiene mucho público. Que es mucho más fácil proponer lo desmesurado. Que resulta más sencillo plantear cúpulas y bóvedas por doquier que actuar con la sensatez que exige el buen gobierno.

Manuel Saravia Madrigal

Concejal de Urbanismo, Infraestructura y Vivienda por Valladolid Toma la Palabra